La leyenda del calafate, transmitida de generación en generación, cuenta una historia profundamente arraigada en la cultura de la región.
Leyenda del calafate
Hace mucho tiempo, cuando los Tehuelches eran los guardianes de esta tierra, el invierno representaba un desafío formidable. Las familias nómadas debían levantar sus toldos y emigrar en busca de comida y calor, pues el sol apenas podía calentar el severo clima de la zona. Los bosques, en cambio, se vestían con matices dorados, naranjas y rojos, una explosión de colores que contrastaba con el frío invernal.
En este escenario, una anciana sabia llamada Koonek y su comunidad se encontraban en busca de mejores tierras para sobrevivir. Los días de marcha se hicieron extenuantes; la ventisca y la nieve azotaban sin piedad, y Koonek, ya anciana, comenzó a sentir que sus fuerzas se desvanecían. Con cada paso, su vida parecía escapar, y comprendió que era el momento de detenerse.
Koonek decidió abandonar la marcha, dejando a su comunidad con una sonrisa serena y una despedida tranquila. Mientras sus compañeros levantaban un toldo para protegerla, ella se preparaba para enfrentar su destino en el silencio del invierno.
El regalo de la sabiduría: El nacimiento del calafate
En el desolado paisaje, el tiempo parecía avanzar lentamente para Koonek. Su vida se desvanecía mientras observaba a un pájaro solitario que, al darse cuenta de la cercanía de su fin, le preguntó a la anciana por el motivo de su soledad. Koonek, con el último aliento, pidió al pájaro que pasara la noche con ella, prometiendo un obsequio al amanecer.
Cuando la luz de la mañana iluminó el paisaje, el pájaro encontró que Koonek había desaparecido, y en su lugar, una mata espinosa con flores amarillas había crecido donde ella había reposado. El pájaro se alimentó de las flores, recuperando sus fuerzas y volando rápidamente a su bandada para compartir el milagro.
La primavera trajo consigo la transformación de las flores en frutos: pequeños y deliciosos calafates de un intenso tono azul. Este nuevo alimento no solo revitalizó a las aves, sino que también ofreció a los hombres Tehuelches un sustento nutritivo. El calafate, fruto del generoso corazón de Koonek, se convirtió en un símbolo de la región.
“El que come calafate, siempre vuelve”
La leyenda sostiene que quien prueba el calafate queda inevitablemente cautivado a regresar a esta tierra maravillosa. “El que come calafate, siempre vuelve”, es la frase que resuena con fuerza.
La fruta del calafate, con su sabor distintivo y su historia mágica, se convirtió en un símbolo de la Patagonia. Desde mermeladas y licores hasta postres gourmet, el calafate ofrece una amplia gama de sabores que deleita los paladares.
¿Cuántas veces volviste?
La leyenda parece tener un poder innegable, y aquellos que la experimentan a menudo encuentran irresistiblemente atractivo volver a este lugar encantador una y otra vez.
En definitiva, es una invitación a descubrir el poder de esta fruta y dejarse envolver por el hechizo que mantiene a los viajeros regresando siempre a este rincón fascinante del mundo.