Es uno de los lagos más hermosos de toda la Patagonia. Este majestuoso espejo de agua encierra una atrapante historia que proviene de la cosmovisión de los pueblos originarios. Conocé en este artículo de Patagonia Andina la leyenda detrás del Nahuel Huapi, uno de los lagos más famosos de la región.
La leyenda del Nahuel Huapi, un símbolo de la Patagonia
El lago Nahuel Huapi es uno de los lagos más bellos y extensos de la Patagonia. Es el principal atractivo del Parque Nacional homónimo y atraviesa las provincias de Neuquén y Río Negro. Sin duda, es uno de los lagos más espectaculares del país y tiene un característico color azul profundo. Las islas e islotes desperdigados por sus aguas y el espectacular entorno que lo rodea dibujan un paisaje único.
Antes de bañar las costas de grandes ciudades, este mítico lago fue un espejo de agua sagrado para las comunidades originarias que habitaban la región. Se decía que dentro vivía una poderosa entidad.
El Nahuel Huapi y la leyenda que lo precede
La leyenda dice que, a orillas del Nahuel Huapi, se asentaban dos comunidades autóctonas, las cuales convivían pacíficamente. Eran los Puelches y los Poyas. Ellos le rendían tributo a un espíritu que vivía en las profundidades del lago.
Tal era la devoción que le profesaban a esa entidad que, en agradecimiento a los dones que les obsequiaba, solían juntar flores o desprenderse de algún objeto que consideraban valioso para ofrecérselo. Ellos jamás tomaban una decisión importante sin consultarle.
Leyenda del Nahuel Huapi: la joven Maitén y sus pretendientes
En una de las comunidades vivía una jovencita preciosa, la más bella de todas según decían. Su nombre era Maitén. Ella era admirada no sólo por su bondad, sino por su determinante rectitud. Entre sus seguidores había dos jóvenes hermanos que eran hijos del cacique Puelche. Con el tiempo ambos se enamoraron de la joven.
Los muchachos eran los sucesores de la dinastía de su tribu, pero entraron en conflicto cuando comenzaron a disputarse el amor de Maitén. Cierto día, después de una feroz discusión, se presentaron ante la muchacha. Con locuaz sabiduría, le hicieron conocer sus aspiraciones. Ella los escuchó pero luego, parsimoniosa y con firmeza, los rechazó a ambos. Les hizo conocer que su corazón le pertenecía a Coyán, un miembro de su propia comunidad.
El inicio del desastre
Los hermanos, descontentos, estaban dispuestos a dar pelea y luchar por el amor de la muchacha. Nada les importó que ella les insistiese que Coyán era su verdadero amor. Ambos decidieron consultar a la machi: la mujer sentenció que ella se haría cargo. Los dos hermanos, sin entender bien el sentido que la anciana le había dado a sus palabras, se retiraron conformes pensando que Coyán dejaría de ser un obstáculo.
Mediante un vil ardid, la anciana convidó a Maitén con una extraña sustancia que, a poco de beberla, la muchacha cayó adormecida. Luego, la arrojó a una pequeña embarcación que empujó, no sin esfuerzo, a las frías aguas del lago Nahuel Huapi, donde moraba el espíritu que debería decidir cuál de los hombres era el elegido.
Un final trágico
Mientras la mujer iba a la deriva, desde la orilla, los dos jóvenes vieron como una canoa se internaba en el lago, claro que ellos ignoraban que Maitén iba en ella. De repente, como si una fuerza superior agitara las aguas, tal como la anciana había dicho, el espíritu del lago se hizo presente y furioso levantó enormes olas. Eran tan altas las crestas que se asemejaban a un mar embravecido. El rugido de las aguas era ensordecedor.
Los jóvenes veían subir y bajar la embarcación hasta la cresta de la ola y luego precipitarse fuertemente hasta el fondo. En ese instante, ambos estupefactos oyeron los gritos desesperados de Maitén pidiendo auxilio. En ese momento, Coyán apareció en escena. Los hermanos pusieron en conocimiento al muchacho que era Maitén quien viajaba en la canoa. El joven Coyán se arrojó decidido, nadó con todas sus fuerzas, cuando ya estaba por alcanzar la embarcación, algo espantoso sucedió, la canoa entró en un torbellino y desapareció entre las crestas.
Paso a la inmanencia
Los gritos de Maitén se oían desde la orilla. Mucha gente se arremolinaba y nadie podía creer que hubiese olas de tal magnitud. Todos alentaban a la muchacha y a Coyán. Sin embargo, de pronto pudieron ver a Coyán alcanzar a Maitén y abrazar con demencia el cuerpo de su amada, pero una lengua de agua los envolvió y ya no volvieron a verlos.
Las aguas comenzaron a tranquilizarse y, de donde habían aparecido las figuras de ambos enamorados fundiéndose en un abrazo, surgieron dos hermosas aves que sobrevolaron el lago dando giros sobre sus azuladas aguas, ahora increíblemente mansas.
Los macas y su simbolismo
Desde ese día, las aves volvieron cotidianamente al lugar y allí tuvieron sus crías. No eran ni más ni menos que los macas, aves acuáticas que, desde ese suceso, los pobladores las reconocieron como símbolo de amor eterno.
Hasta hoy en día, dicen que al caer el sol, siempre hay dos macas sobrevolando el lago y aseguran que son los espíritus de Maitén y Coyán demostrando que el verdadero amor nunca muere y va más allá hasta fundirse en la eternidad.