Mateo Banks fue uno de los primeros asesinos en serie de Argentina. En 1924 cumplió condena en la temible Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia. Artífice de 8 crímenes brutales, en el presidio fue apodado como “El Místico” por su asidua lectura de la Biblia.
Conocé la historia detrás de este funesto personaje, cuyos terribles actos parecen haber sido sacados de una novela de policial negro. Su vida en Buenos Aires, el planeamiento de la masacre, la llegada al Penal de Ushuaia, la desaparición de sus manuscritos y su muerte en la ignominia.
Mateo Banks, su familia y la aristocracia bonaerense
Mateo Banks nació en Chascomús, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1872. Sus primeros años los pasó en la estancia “El Trébol”, junto a sus padres y a sus 6 hermanos. Se podría decir que Banks era un típico chacarero argentino, pero con descendencia judío irlandesa. Él era el cuarto de 7 hermanos: María Ana, Dionisio, Miguel, Pedro, Catalina y Brígida. Sus padres, Mateo y María Ana Keena, lograron amasar una pequeña fortuna basada en el esfuerzo de su trabajo. Esto les permitió comprar la estancia “El Trébol”, en el partido de Azul, provincia de Buenos Aires.
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Con el tiempo, Mateo y su hermano, Dionisio, lograron comprar su propia estancia a la que llamaron “La Buena Suerte”. Además, adquirieron más de 5 mil cabezas de ganado vacuno, lanar y yeguarizo. Todo parecía ir sobre ruedas, pero en 1908 sucedería un hecho que comenzaría a desencadenar una serie de actos infames. Los padres de Mateo Banks mueren. La sucesión de los bienes y la administración de las estancias quedarían en manos de Miguel y Dionisio, los hermanos mayores. Esto pareció no agradarle mucho a Mateo quien tenía grandes aspiraciones aristocráticas que, incluso, lo llevaron a contraer matrimonio con una mujer de la alta alcurnia. Juntos, tuvieron 6 hijos.
Mateo Banks, un lobo con piel de cordero
Mateo Banks era extremadamente católico. Integró numerosas ligas de beneficencia, fue socio del Jockey Club y hasta llegó a ser vicecónsul de Gran Bretaña. Además, logró la representación de la famosa marca de autos Studebaker. Sin duda, su perfil no coincidía con el de un asesino serial, ¿o sí?
Su vida se desarrollaba dentro de los causes normales. Serían las deudas que contrajo en el juego las que lo llevarían a protagonizar hechos fatídicos. En 1921 vende las tierras que le correspondían, por herencia, a sus hermanos. No conforme con ello, intenta una estafa falsificando la firma de Dionisio. Estos hechos lo empujaron a un laberinto del que ya no pudo salir. Ya por ese entonces comenzó a planificar y vislumbró el crimen como una salida.
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Mateo Banks y su primer intento de asesinato
Banks tenía todo planeado, se deshacía de su familia y se alzaba con el dinero para solventar sus deudas y mantener su alto nivel de vida. Lo primero que se le ocurrió fue vaciar un frasco de estricnina en un puchero que compartiría la familia. Pero el paladar de sus hermanos les salvó la vida: el extraño sabor hizo que se deshicieran de la comida, sin sospecha alguna de la maléfica intención de su hermano. Tras el fracaso inicial, Banks pergenió otro plan, esta vez más pragmático y directo. Compró balas para su rifle Winchester, planeó los detalles y esperó el momento.
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La masacre que lo llevó al Fin del Mundo
El martes 18 de abril de 1922, en la estancia “La Buena Suerte”, Banks descansaba en una silla, agobiado por sus sombríos pensamientos y excitado por la adrenalina de lo que estaba por hacer. No dudó: se levantó, fue por su rifle Winchester, lo cargó y descerrajó un primer tiro sobre la espalda indefensa de su hermano Dionisio, a quien luego remató con una segunda descarga. Aterrada, su sobrina Sarita, de 12 años, intentó huir; la persiguió, logró derribarla de un culatazo y la arrojó al aljibe, para luego rematarla de dos balazos. Consumadas sus atrocidades, colocó el cadáver de su hermano sobre un colchón y se sentó a organizar sus próximos pasos.
Su derrotero continuó. Minutos después, recibió en su casa a Juan Gaitán, el peón, a quien, sin mediar palabra, ultimó de un balazo en el pecho. Después de este acto, fue por sus otros hermanos. Se subió al sulky y se dirigió a la estancia “El Trébol”. En el camino, se topó con otro de los peones, Claudio Loiza, a quien le disparó un balazo en el cuello y otro en la cara. Arrojó el cuerpo en las pasturas y continuó su camino. Llegó a la finca y llamó a su hermana María Ana, le informó que Dionisio se sentía enfermo, subieron al sulky y, a mitad de camino, le disparó sobre el rostro y regresó a la estancia.
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Continuación del raíd asesino
En la casa lo recibe la cuñada, Julia Dillón, mientras le explica que Miguel no se sentía bien, Mateo Banks la interrumpe disparándole en el tórax. Al escuchar el estruendo, su hermano Miguel, se levanta, corre hacia ese sector de la casa y es recibido con dos disparos en el cuello y en la cabeza. El asesino se dirige hacia el dormitorio de las hijas y mata de un disparo a Cecilia, su sobrina mayor. Encuentra a las otras dos niñas de 5 y 4 años y decide encerrarlas en la habitación.
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Condena en la Cárcel del Fin del Mundo
En primera instancia, Banks intenta culpar al peón del asesinato de su familia. Las investigaciones echan por tierra las versiones de Banks, quién luego de intentar dar un giro a sus exposiciones, es condenado y trasladado al penal de Ushuaia en 1924.
Sus compañeros de cárcel le decían “Mateocho”, un juego de palabras entre su nombre y el número de víctimas que se cobró, y “El Místico” por su permanente lectura de la Biblia.
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Banks permaneció preso durante 20 años hasta que quedó en libertad. Quiso volver a su ciudad natal, pero sus crímenes lo precedían y recibió una fuerte condena social que lo empujó a mudarse a la ciudad de Buenos Aires y a cambiar su nombre por Eduardo Morgan.
Muerte y misterioso legado
Ya en la ciudad capital, en 1949, Banks se encuentra solo en una pensión; por la tarde, decide tomar un baño y al ingresar a la bañera se resbala y se parte el cráneo de un golpe. Muere en el acto, a los 77 años.
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Según manifiesta Julio Lovece, investigador y presidente de la Fundación Ushuaia XXI, “Banks dejó en la caja fuerte de la Cárcel de Ushuaia un grueso manuscrito con sus memorias que él mismo escribió. Había solicitado su publicación, pero eso nunca ocurrió ya que dicho documento desapareció y jamás fue hallado”.
Fuente: artículo redactado por Julio Lovece, investigador y presidente de la Fundación Ushuaia XXI,